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Orgullo Uniandino que transforma la ciencia con propósito global

Desde la Universidad del los Andes hasta los laboratorios de Europa, Margarita Bernal Cabas, fue parte de la primera cohorte de la Beca Quiero Estudiar, y hoy lidera proyectos científicos que transforman la industria alimentaria y el medio ambiente

Volver a la Universidad de los Andes después de varios años es para María Margarita Bernal Cabas un momento cargado de nostalgia y gratitud. Graduada del programa de Microbiología en 2011, es hoy una científica reconocida en biología molecular y biotecnología, con más de 12 años de experiencia en investigación y proyectos internacionales de alto impacto.

 

Su carrera la ha llevado por países como Canadá, España, Alemania y Países Bajos, donde ha liderado iniciativas en biotecnología y biología sintética. Actualmente hace parte del proyecto Hydrocow de la Unión Europea, que busca producir proteínas alternativas de origen no animal a partir de bacterias, una innovación que promete transformar la industria alimentaria y reducir el impacto ambiental.

 

Su historia comenzó en Bogotá, al ser parte de la primera cohorte de la beca Quiero Estudiar, programa de apoyo financiero de la Universidad de los Andes que ha permitido que cientos de jóvenes con talento y excelencia académica puedan acceder a una formación de calidad sin barreras económicas. “La beca fue decisiva: me abrió puertas y me dio la posibilidad de pensar en grande. No estaría en el lugar en el que estoy si no hubiera sido por Uniandes, por mis profesores y por las oportunidades que tuve aquí”, afirma. Para Margarita, la exigencia académica, la formación interdisciplinaria y los convenios internacionales de la Universidad fueron claves en la construcción de su carrera y de la persona que es hoy.

 

En Los Andes encontró mucho más que una sólida formación en microbiología. Margarita destacó por su curiosidad y compromiso, explorando cursos como afro-música o terrorismo urbano, que ampliaron su visión del mundo, marcaron su experiencia académica y le mostraron que ser Uniandina era mucho más que formarse en una sola disciplina: era aprender a pensar diferente y a conectar saberes. La exigencia académica y las largas jornadas de estudio fueron su primer entrenamiento para la resiliencia que luego necesitaría en el escenario laboral.

 

Gracias a los convenios internacionales de la Universidad, vivió un semestre en la Universidad de Oklahoma y más adelante realizó una pasantía en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa en Madrid, con el apoyo de la Fundación Carolina. Estas experiencias le permitieron abrirse al mundo académico global, aprender a ser recursiva y comprender que el camino internacional era posible, aunque exigente.

 

Una de las anécdotas que más recuerda de su paso por la Universidad son las intensas jornadas en los laboratorios de microbiología: días que empezaban temprano y terminaban en la madrugada, muchas veces encadenando prácticas, parciales y entregas. “Fue agotador, pero también un entrenamiento vital. Aprendí a organizarme, a resistir y a trabajar con disciplina. Esa experiencia me preparó para lo que vino después en laboratorios de Europa y Canadá”, cuenta.

 

Tras graduarse, continuó su formación en la Universidad de Alberta, en Canadá, y luego en la Universidad de Groningen, en Países Bajos, donde obtuvo su doctorado en microbiología médica gracias a la prestigiosa Marie Skłodowska-Curie Fellowship. Allí investigó el desarrollo de cepas bacterianas para la producción de proteínas recombinantes, un campo clave para la sostenibilidad y la biotecnología.

 

Para Margarita, abrirse camino internacional en la ciencia como mujer, latina y colombiana ha sido uno de sus mayores retos. Reconoce que los estereotipos de género y de origen siguen marcando barreras en espacios internacionales, muchas veces dominados por científicos hombres de países desarrollados. Sin embargo, su resiliencia y la confianza adquirida en Los Andes han sido determinantes para enfrentar estos desafíos.

 

“Lo que me enseñó la Universidad es que uno puede, que no hay que rendirse. Aquí aprendí a ser resistente, a seguir adelante incluso en los días más difíciles”, afirma. Esta fortaleza, junto con la red de apoyo de familiares, colegas y mentores, le ha permitido destacarse en equipos multidisciplinarios en Canadá, Países Bajos y ahora en el Reino Unido, contribuyendo a investigaciones que impactan directamente en la sostenibilidad y en el futuro de la industria alimentaria. Su próximo destino será el Imperial College de Londres, uno de los centros de biología sintética más prometedores del mundo.

 

Hoy, Margarita trabaja en proyectos que buscan reducir el impacto ambiental de la producción de alimentos, reemplazando procesos tradicionales por alternativas biotecnológicas sostenibles. Desde la producción de proteínas recombinantes hasta biomateriales, sus investigaciones apuntan a construir un futuro más limpio y sostenible. Su labor combina innovación científica con compromiso social, reflejando el espíritu Uniandino de poner el conocimiento al servicio de la sociedad.

 

Al mirar atrás, lo resume en una palabra: gratitud. Gratitud por la formación recibida, por los profesores que marcaron su camino y por haber sido parte de la primera cohorte de Quiero Estudiar, que cambió su historia para siempre. Más allá de lo académico, Margarita destaca que en Los Andes construyó amistades que conserva hasta hoy y que siente como parte de su familia. “Uno vuelve y siente que este sigue siendo un oasis en medio del caos, un lugar al que siempre quieres regresar”, comenta.

 

A los estudiantes actuales les deja un mensaje claro: buscar oportunidades, insistir y abrirse puertas internacionales. “Nada es fácil, pero es posible. La Universidad me enseñó a resistir, a pensar en grande y a creer que los sueños se alcanzan con disciplina”, concluye.

 

El testimonio de Margarita Bernal Cabas refleja lo que significa ser parte de la comunidad Uniandina: excelencia académica, apertura al mundo, resiliencia ante los retos y compromiso con el impacto social. Su trayectoria no solo inspira orgullo en quienes comparten este vínculo, sino que también reafirma la misión de la Universidad de los Andes de formar profesionales que transforman su entorno con propósito y confianza en el futuro.