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Catalina Jaramillo, Médica Uniandina al servicio de la investigación y la salud infantil

Catalina Jaramillo, Uniandina de la primera cohorte de Medicina, ha construido una destacada trayectoria en pediatría y gastroenterología hepática en EE. UU. Desde la Universidad de Utah combina práctica clínica, docencia e investigación sobre enfermedades raras como el síndrome de Alagille. Orgullosa de su formación Uniandina, inspira a nuevas generaciones a soñar en grande, perseverar y aportar al cuidado de la salud infantil y familiar.

En 2010, la Facultad de Medicina de la Universidad de los Andes celebró un acontecimiento histórico: la graduación de su primera generación de médicos, un hito que consolidaba el camino que en 2004 trajo la creación de un programa innovador y de excelencia académica. Entre esos pioneros estuvo Catalina Jaramillo, quien recuerda con orgullo la decisión que marcó su futuro, “Cuando me enteré que iba a salir medicina y específicamente en Los Andes, yo dije: entro allá o entro allá. Para mí era Uniandes o Uniandes”, afirma, recordando la certeza con la que ingresó a una de las facultades más jóvenes y exigentes del país, y que desde entonces ha formado a cientos de profesionales que hoy contribuyen a transformar la salud en Colombia y el mundo.

 

La vocación de Catalina por la medicina se manifestó desde la infancia y encontró en la pediatría un camino natural. Durante su internado en la Fundación Santa Fe de Bogotá, bajo la tutoría del doctor José Fernando Vera, descubrió un interés particular por la gastroenterología pediátrica y, en especial, por las enfermedades hepáticas en niños. Un caso clínico de una paciente con una condición poco frecuente fue el punto de partida de una trayectoria marcada por la curiosidad científica y el compromiso con la salud infantil.

 

Convencida de que la investigación y la práctica clínica se potencian mutuamente, Catalina se preparó desde temprano para continuar su formación en Estados Unidos, enfrentando los exigentes procesos de certificación y residencias médicas.

 

En 2012, inició su residencia en la Universidad de Texas. A partir de entonces, y tras realizar rotaciones en instituciones pediátricas vinculadas con la Universidad de Harvard y la Universidad de Colorado, comenzó a consolidar un camino profesional que hoy integra la práctica clínica, la docencia y la investigación. “Cuidar pacientes para mí es lo más importante, lo que más me gusta. Yo cuido niños, pero en realidad también cuido familias. Muchos de mis pacientes son niños muy delicados, a quienes acompaño desde que son bebés hasta su adolescencia. Esa es mi mayor motivación”, asegura.

 

Actualmente, desde la Universidad de Utah, atiende a pacientes pediátricos con enfermedades hepáticas poco frecuentes y lidera investigaciones sobre el síndrome de Alagille, una condición genética que compromete el hígado, el corazón y otros órganos. “Se estima que entre el 40% y el 60% de los niños que la padecen requieren un trasplante de hígado antes de los 18 años, lo que convierte este campo en una prioridad clínica y científica” explica Catalina.

 

Sus estudios se apoyan en bases de datos integradas e historias clínicas electrónicas de todo el estado, y buscan desarrollar herramientas como árboles familiares, y algoritmos de inteligencia artificial para perfeccionar los diagnósticos y ofrecer respuestas a familias que durante años han vivido en la incertidumbre. Catalina recuerda el caso de una paciente en la que identificó una alteración genética también presente en su madre, quien años atrás había requerido un trasplante de riñón sin conocer la causa. “Poder dar una explicación a esa familia cambió su historia. La investigación nos permite ofrecer un cuidado más integral y humano”, señala.

 

En un país como Estados Unidos, donde se calcula que existen alrededor de 200 hepatólogos pediátricos, el aporte de este tipo de investigaciones resulta esencial para avanzar en el conocimiento, el diagnóstico temprano y el tratamiento de enfermedades que, aunque raras, tienen un impacto profundo en la vida de los pacientes y sus familias.

 

El testimonio de Catalina refleja el valor de la investigación: capaz de generar avances que no solo mejoran la calidad de vida de los pacientes, sino que también fortalecen la formación académica y científica de nuevas generaciones de médicos. “Lo que más me motiva es acompañar a los niños y a sus familias a lo largo de su vida. Es un privilegio verlos crecer, brindarles cuidado y, al mismo tiempo, contribuir con nuevo conocimiento para mejorar su futuro”, afirma.

 

Aunque su vida profesional se ha desarrollado en el exterior, Catalina mantiene un vínculo profundo con su alma máter. Orgullosa de ser parte de la primera cohorte de médicos Uniandinos, destaca la formación recibida y las oportunidades que surgieron gracias al modelo académico de la Universidad de los Andes, “Siempre he llevado con orgullo decir que pertenezco a la primera promoción de Medicina de Los Andes… y me dio mucha alegría poder reunirnos de nuevo a finales de julio. Ser Uniandina me ha abierto muchas puertas”, señala, en referencia al encuentro Alumni realizado el pasado 26 de julio, ver nota.

 

Catalina también reconoce cómo ha evolucionado la Facultad desde aquellos años iniciales: “Ahora la Facultad está mucho más avanzada. Cuando yo estudiaba, muchas cosas apenas estaban empezando, incluso el edificio de la Santa Fe todavía no estaba terminado. Sin embargo, tuvimos la oportunidad de trabajar de cerca con los médicos de la Fundación Santa Fe y de practicar en hospitales que, aunque no eran tantos como los de hoy, nos ofrecieron una formación invaluable”.

 

Catorce años después de haber recibido su título, la trayectoria de Catalina Jaramillo confirma que el programa de Medicina de la Universidad de los Andes no solo ha cumplido con su propósito de formar médicos altamente competentes, sino que también ha proyectado a sus Alumni como líderes en investigación, innovación y cuidado de la salud en distintos contextos del mundo. Hoy, 31 generaciones más tarde, ese propósito se refleja en un legado que trasciende fronteras y se mantiene vivo en cada espacio donde un médico Uniandino ejerce su vocación.

 

“Nada es imposible. Si alguien está considerando hacer una subespecialización, ya sea fuera del país, al comienzo todo puede parecer inalcanzable, pero en realidad hoy existen muchas más oportunidades y recursos, tanto virtuales como físicos”, afirma Catalina. “La clave está en lo que cada persona quiere y en la disciplina que esté dispuesta a mantener para alcanzar su meta. Requiere constancia y trabajo duro, pero no es imposible, creo que, si realmente es el sueño de alguien, la persistencia es lo que lo hará posible”.

 

Con su ejemplo, Catalina Jaramillo también inspira a las nuevas generaciones a soñar en grande, a confiar en su formación y a perseverar en la búsqueda de un propósito que impacte positivamente la salud y el bienestar de la sociedad.